Chernóbil. La zona

Chernóbil. La zona, de Natacha Bustos y Fco. Sánchez (Glénat)

El 26 de abril de 1986 se produjo el mayor accidente nuclear de la historia, en la central soviética de Chernóbil (actualmente en Ucrania). 25 años después Francisco Sánchez y Natacha Bustos publicaron Chernóbil – La zona y quiso el destino que su lanzamiento coincidiera con el desastre de Fukushima, el único accidente nuclear de proporciones similares al ucraniano.

Bustos y Sánchez no reconstruyen el accidente ni tratan de encontrar las causas que lo provocaron. Su objetivo es presentar cómo afectó el trágico suceso a la gente que habitaba en la zona cercana a la central, en los 30 km a la redonda que ahora son zona prohibida, de ahí el título del tebeo. Para ello, los autores nos muestran las vivencias de tres generaciones de una misma familia: los abuelos, que vivían en una pequeña granja en el campo; los padres, que residían en Pripiat; y finalmente, los hijos, que son de Moscú pero vuelven para visitar la ciudad fantasma de Pripiat.

El guión está muy conseguido, ya que a través de las tres generaciones podemos comprender la magnitud de la catástrofe y cómo ésta afectó al modo de vida de la población. El cómic se inicia con la trágica historia de Leonid y Galia, una pareja de ancianos que volvió a la zona prohibida después del accidente. Tras perder sus campos y sus animales, sacrificados justo después de la crisis nuclear, el matrimonio volvió a su hogar. En un total aislamiento consiguen salir adelante, vuelven a tener animales y a cultivar sus tierras, pero la radioactividad es un enemigo implacable que volverá a marcar sus vidas.Posteriormente, vemos cómo era la vida de la bulliciosa Pripiat en los días inmediatamente anteriores al desastre. Era una ciudad nueva, con una población muy joven, en la que estaba a punto de ser inaugurado un parque de atracciones. De la mano de Anna, la hija de Leonid y Galia, y de su marido Vladimir, trabajador de la central, observamos cómo la tragedia de Chernóbil cambió completamente y para siempre sus historias. Además, los autores han reconstruido de manera muy veraz el caos que debió vivirse en la ciudad, ya que las autoridades soviéticas – como en el pasado más reciente las japonesas -, no estaban preparadas para afrontar un desastre de tanta magnitud.

En tercer lugar, Yuri y Tatiana, nietos de Leonid y Galia, e hijos de Anna y Vladimir, vuelven a Pripiat 20 años después del accidente de Chernóbil. Tratan de encontrar sus orígenes y cerrar un episodio terrible, especialmente para Yuri, que era un niño cuando sucedió el desastre. Es espeluznante ver cómo Natacha Bustos ha recreado la fantasmal Pripiat, que ha sido conquistada por la naturaleza, pero en la que aún están de pie sus enormes edificios.

Uno de los elementos más destacados de la novela gráfica es el homenaje que tributa a los liquidadores, los cientos de miles de soviéticos que fueron llevados a la central para limpiar el desastre e impedir que la radiación continuara saliendo de Chernóbil. Pese a su esencial papel, que en la mayoría de casos los condujo a la muerte o a una minusvalía muy severa, estos héroes anónimos no han tenido el reconocimiento que merecen ni por parte de la URSS ni de la Ucrania independiente.

Son muy interesantes los contenidos adicionales incluidos al final del cómic, ya que incluyen un diario ficticio de Yuri y su búsqueda por conocer lo que realmente ocurrió en 1986; un epílogo a cargo de Francisco Sánchez en el que explica el origen de esta novela gráfica; y, por último, el diario de trabajo de Natacha Bustos en el que relata el proceso de creación y documentación del cómic. Es muy destacable el dibujo de Bustos, ya que a través del blanco y negro y de unos trazos ligeramente desdibujados, consigue transmitir los sentimientos de unos personajes muy creíbles.

En definitiva, Chernóbil – La zona es un muy buen cómic que nos acerca de una manera muy humana a una de las grandes catástrofes del siglo XX. El mapa que aparece al final del cómic muestra la localización de las 442 centrales nucleares existentes en el planeta, y como muestra el ejemplo de Fukushima, no es descartable que algo así pueda volver a suceder.

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